Mientras unos tachaban algún sábado de Junio del 96 en el
calendario, nosotros habíamos ido a pescar al lago. Es curioso como este ha erosionado el
terreno, escavando a los pies de una colina un terraplen casi vertical y
dejando una cuarta parte de su perímetro inaccesible.
Nuestras cuatro siluetas se recortaban en verde oscuro
contra los reflejos bailarines del agua, precisamente en ese punto donde ya es
imposible continuar. El día había pasado sin pena ni gloría en el contador de
peces, pero habíamos disfrutado como siempre y apurábamos las últimas reservas
de donetes.
En estas andábamos cuando “el Moro”, no podía ser de otra
manera, propuso regresar a las bicis nadando hasta la boya del centro y de ahí
al otro extremo. Me puse blanco, solo tenía a mi favor la posible respuesta negativa
de mis otros dos amigos o un deshonrosa retirada por la puerta de atrás dando
toda la vuelta al lago. Todo lo demás jugaba en contra, el día había sido especialmente
caluroso, la testosterona y gilipuertez común a los adolescentes de dieciséis años
y mi sempiterno pormiscojones.
Yo no se nadar, nunca me enseñaron y de más mayor tampoco me
esforcé demasiado en aprender, con catorce adquirí el estilo “mantén la cabeza fuera
como sea”. Por supuesto cuando he recorrido 10 o 15 metros mi cuerpo comienza a
pedir cambio. La tensión que me provoca la situación y mi ineficiente avance
hace que me den calambres hasta en las pestañas.
Y ahí estaba yo, a medio camino, justo, entre el refugio
flotante de la boya y la orilla abandonada. Estirando como podía el gemelo, con
la caña entre los dientes y cagado de miedo. Ambos salvavidas estaban
exactamente a la misma distancia, demasiado lejos. Y yo demasiado cansado. Si
hubiera sido listo nunca tendría que haber llegado hasta el punto de no retorno.
Por suerte no llegó la sangre al río…bueno, en este caso al
lago. Logré alcanzar el terraplén e ir flotando de piedra en piedra hasta
suelo firme.
A día de hoy he rebasado varios puntos de no retorno en lo
laboral, sentimental, familiar… algunos han sido duros otros buenos y otros una
divertida anécdota para recordar en la sobremesa. El que hoy se me presenta
estoy seguro que es de los buenos y que también representa un cambio que no
alcanzo a imaginar.
¡YA TENGO EL VUELO! Ahora, si que si, no hay marcha atrás, tengo hasta
el 4 de Junio para cerrar los asuntos que me ocupan pre-viaje y despuessss…
pues ya os contaré J
.
Salud!
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